Capitulo II
(Exclusivo versión Blog)
¡Se zarparon!
(Exclusivo versión Blog)
¡Se zarparon!
La luz matinal mostraba a la montaña en toda su magnificencia, y el ensordecedor griterío que emitían los niños que se deslizaban como bólidos en trineos de plástico por las laderas menos empinadas, no estaba a la altura de los frenéticos aullidos que inundaban el interior del departamento de dos ambientes.
- ¡Acá estuvo un chico! – Bramaba una.
- Metieron a alguien, se zarparon – sentenciaban por ahí. .
-¡Son unas desubicadas! ¿Quién fue? – Se exaltaba otra. Y así, desfilaban al unísono, decenas y centenas de frases similares. Las cinco chicas se mostraban escandalizadas y furiosas, y no dejaban de observar los inequívocos indicios de intrusión masculina, al mismo tiempo que se miraban unas a otras suspicazmente.
Y fue en medio de aquella atronadora discusión, justo antes de que los gritos se materializaran en algún tipo de agresión más palpable, cuando la providencia optó por mostrar su rostro esquivo. Sonó la puerta, y detrás de su cuerpo de madera remachada, al mejor estilo salvador de Mary Poppins, apareció frente a la estupefacta mirada de todas, la imagen estoica de la Nona Ida. ¡La Nona Ida! Ese prodigio de inteligencia y sentido común, ese compacto en envase antiguo de sabiduría y perspicacia fuera de este mundo, ese ser de voluntad sin límites y sagacidad a toda prueba; esa persona singular, que no tenía nada que hacer en la montaña, estaba ahí, y había llegado en el momento exacto. Las peleas y los gritos se apagaron como fuego en el vacío, y ya a nadie se le ocurrió otra cosa que enterrar a la recién llegada bajó un alud de interrogantes, intentando descifrar cual fue el misterioso designio que hizo que se presentara en aquel que para ella, era el más estrambótico lugar.
La Nona Ida silenció a las curiosas con una mirada calma, y sin abandonar su característica sonrisa sedante, las saludó una por una, mientras se sacaba parsimoniosamente las toneladas de abrigo que llevaba encima. Cinco minutos después, cuando colgó su bufanda tejida a mano en el perchero, explicó que estaba de paso en el Centro de esquí, como parte de un contingente de jubilados que iban a desentumecer sus huesos en las aguas termales de Puente del Inca; y que sabiendo que ellas estaban ahí, decidió pasar a visitarlas. Nadie se molestó en preguntarle como supo que ellas paraban en ese departamento: ella lo sabía todo. Y como todo lo notaba, la sensitiva mujer se dio cuenta al instante del aire alborotado que vagaba en el ambiente. Preguntó. Las chicas le explicaron el dilema, e inmediatamente, se precipitó al exterior el alma dinámica de la Señora. En primer lugar, pidió que entre todas, y a modo de careo, le contaran con detalle todo lo que hicieron antes de ir a acostarse. Escuchó con atención todo lo que las chicas se atolondraron en decirle, como y que comieron, que tenían puesto, que disposición tenían las cosas, que objetos se ordenaron después de comer, y en fin, todos los datos que las sospechosas tuvieron a bien aportar. Luego, con cuatro movimientos certeros, improvisó una oficina en uno de los dormitorios, y emulando al mítico Poirot, hizo que las chicas pasaran una por una para contarle su versión de los hechos.
La primera en ser interrogada fue la grávida Milagros. La Nona Ida no era partidaria de las preguntas concisas, sino que prefería dejar hablar libremente a su interlocutor. Pero rápidamente se percató que en ese caso, esta modalidad de interrogatorio amenazaba con tornarse altamente engorrosa. La chica hablaba, hablaba, se quejaba, se quejaba y no decía nada. Entonces la expresiva palma de la mano de la Nona se irguió, y su boca habló.
- Cuéntame por que crees que anoche entró un chico -. Ordenó cortésmente.
- Estoy completamente segura. ¡Que descaro! Y yo embarazada. Las chicas son unas egoístas, en mi estado, con esta panza, a tan poco de...-. Los ojos de la Señora exigieron concretar, y la chica obedeció, aplastada por esa voluntad de hierro. – No me podía dormir, con el cambio de clima me dolía todo el cuerpo – explicó Milagros -. Además no sabe lo complicado que es dormir boca arriba y sobre todo en esa camita tan incómoda que me ha tocado. Más bien, en la camita que me obligaron a usar. A mí. Justamente estando de ocho meses, lo que tendrían que haber hecho era dejarme el som... -. Una nueva mirada de Ida cortó en seco el parloteo y demandó ir al grano.
- Decía que no podía dormir. Entonces, ya tarde, aunque no podría precisar la hora, comencé a sentir ruidos que venían del living comedor. Escuché claramente la puerta que se cerró y voces graves. Voces de hombre. De hombre. Hasta llegó a mí el golpe seco que hace una botella de champagne al ser destapada. Para no incomodar a nadie, decidí quedarme acostada. Observe usted que buen gesto, que acto sacrificado de mi parte, quedarme quietita, sin chistar, cuando estoy tan cerca del parto, y no ponerme a gritar como cualquiera en mi situación hubiera hecho. Solamente rogué a Dios estar soñando. Pero esta mañana al despertar ¡Ay!, corroboré mis sospechas. ¡Usted lo vio con sus propios ojos, Nona! Pisadas enormes de hombre, seguro de hombre, en la entrada, bajo la ventana, por todos lados. Y la botella de champagne vacía tirada sobre la mesa. Vaya Dios a saber que ocurrió...Que desfachatez, que falta de...-.
- ¿Viste si Laurita dormía? – Cortó en seco la anciana.
- Mire Ida, como usted sabe, después de este escándalo yo no puedo poner las manos en el fuego por nadie, pero aunque la pieza estaba a oscuras, pese a que yo había pedido expresamente que me dejaran una luz prendida, intuyo que...Pero, figúrese usted , en mi estado, con lo delicada que estoy. ¿Y si me tropiezo en la oscuridad? Pero no, no quisieron dejarme una luz prendida, claro, total, la que esta por parir soy yo, no ellas, porque...- Enésima mirada de reproche, y Milagros retomó-. Bueno, es decir, le decía que no, en ningún momento me pareció que Laura se levantara, al menos no la escuché. Si creo que, temprano, al poco tiempo de haberme acostado, sentí el quejido de la bebita. Pero como le decía, después de la angustia que me han hecho pasar, yo...
- Momento, hijita, momento. Mantente, tranquila. ¿Fumas?
- Ya quisiera yo, Nona. Pero ni eso puedo. Antes, si, pero con el embarazo...Con lo bien que me vendría un cigarrillo para calmar esta ansiedad que tengo, mire. ¡Si yo no tendría que haber venido! Ayer mismo les decía a las chicas, que si subí fue solo por no quedarme sola en casa...Por que mi marido insistió; no sabe como insistió con esto de la nieve. Día y noche, dale con esquiar, dale con Penitentes. Por no quedarnos, subimos. Igual, para lo que tengo que hacer acá. Sentarme. Sentarme sola y mirar como las demás se divierten, eso sí, por que todas se van a hacer sus cosas, ¿y yo? Que hay de...
- Anda Mili, y por favor, dile a Gisela que venga -. Se apresuró a terminar con el torrente de quejas la Nona. Aunque se arrepintió de golpe, he hizo una última pregunta, distraídamente, como al pasar.
- ¿Qué comieron de postre?
-¿Cómo? ¿Postre?-. Se aturdió Milagros-. Mire con todo esto que me han hecho sufrir, con la impresión que me he llevado, no sabría decirle...Eh...Creo que las chicas comieron frutas, no lo sé. A mi las frutas no me gustan, en realidad, si me gustan, pero me producen gases, o más bien, me hacen doler la cabeza. Si, eso, terribles jaquecas. Es por el embarazo tan complicado, tenga en cuenta que mi departamento tiene una ventana que da a.....
- Milagros, avisa a Gisela -. Sonó lacónica la voz de la Señora.
- ¡Acá estuvo un chico! – Bramaba una.
- Metieron a alguien, se zarparon – sentenciaban por ahí. .
-¡Son unas desubicadas! ¿Quién fue? – Se exaltaba otra. Y así, desfilaban al unísono, decenas y centenas de frases similares. Las cinco chicas se mostraban escandalizadas y furiosas, y no dejaban de observar los inequívocos indicios de intrusión masculina, al mismo tiempo que se miraban unas a otras suspicazmente.
Y fue en medio de aquella atronadora discusión, justo antes de que los gritos se materializaran en algún tipo de agresión más palpable, cuando la providencia optó por mostrar su rostro esquivo. Sonó la puerta, y detrás de su cuerpo de madera remachada, al mejor estilo salvador de Mary Poppins, apareció frente a la estupefacta mirada de todas, la imagen estoica de la Nona Ida. ¡La Nona Ida! Ese prodigio de inteligencia y sentido común, ese compacto en envase antiguo de sabiduría y perspicacia fuera de este mundo, ese ser de voluntad sin límites y sagacidad a toda prueba; esa persona singular, que no tenía nada que hacer en la montaña, estaba ahí, y había llegado en el momento exacto. Las peleas y los gritos se apagaron como fuego en el vacío, y ya a nadie se le ocurrió otra cosa que enterrar a la recién llegada bajó un alud de interrogantes, intentando descifrar cual fue el misterioso designio que hizo que se presentara en aquel que para ella, era el más estrambótico lugar.
La Nona Ida silenció a las curiosas con una mirada calma, y sin abandonar su característica sonrisa sedante, las saludó una por una, mientras se sacaba parsimoniosamente las toneladas de abrigo que llevaba encima. Cinco minutos después, cuando colgó su bufanda tejida a mano en el perchero, explicó que estaba de paso en el Centro de esquí, como parte de un contingente de jubilados que iban a desentumecer sus huesos en las aguas termales de Puente del Inca; y que sabiendo que ellas estaban ahí, decidió pasar a visitarlas. Nadie se molestó en preguntarle como supo que ellas paraban en ese departamento: ella lo sabía todo. Y como todo lo notaba, la sensitiva mujer se dio cuenta al instante del aire alborotado que vagaba en el ambiente. Preguntó. Las chicas le explicaron el dilema, e inmediatamente, se precipitó al exterior el alma dinámica de la Señora. En primer lugar, pidió que entre todas, y a modo de careo, le contaran con detalle todo lo que hicieron antes de ir a acostarse. Escuchó con atención todo lo que las chicas se atolondraron en decirle, como y que comieron, que tenían puesto, que disposición tenían las cosas, que objetos se ordenaron después de comer, y en fin, todos los datos que las sospechosas tuvieron a bien aportar. Luego, con cuatro movimientos certeros, improvisó una oficina en uno de los dormitorios, y emulando al mítico Poirot, hizo que las chicas pasaran una por una para contarle su versión de los hechos.
La primera en ser interrogada fue la grávida Milagros. La Nona Ida no era partidaria de las preguntas concisas, sino que prefería dejar hablar libremente a su interlocutor. Pero rápidamente se percató que en ese caso, esta modalidad de interrogatorio amenazaba con tornarse altamente engorrosa. La chica hablaba, hablaba, se quejaba, se quejaba y no decía nada. Entonces la expresiva palma de la mano de la Nona se irguió, y su boca habló.
- Cuéntame por que crees que anoche entró un chico -. Ordenó cortésmente.
- Estoy completamente segura. ¡Que descaro! Y yo embarazada. Las chicas son unas egoístas, en mi estado, con esta panza, a tan poco de...-. Los ojos de la Señora exigieron concretar, y la chica obedeció, aplastada por esa voluntad de hierro. – No me podía dormir, con el cambio de clima me dolía todo el cuerpo – explicó Milagros -. Además no sabe lo complicado que es dormir boca arriba y sobre todo en esa camita tan incómoda que me ha tocado. Más bien, en la camita que me obligaron a usar. A mí. Justamente estando de ocho meses, lo que tendrían que haber hecho era dejarme el som... -. Una nueva mirada de Ida cortó en seco el parloteo y demandó ir al grano.
- Decía que no podía dormir. Entonces, ya tarde, aunque no podría precisar la hora, comencé a sentir ruidos que venían del living comedor. Escuché claramente la puerta que se cerró y voces graves. Voces de hombre. De hombre. Hasta llegó a mí el golpe seco que hace una botella de champagne al ser destapada. Para no incomodar a nadie, decidí quedarme acostada. Observe usted que buen gesto, que acto sacrificado de mi parte, quedarme quietita, sin chistar, cuando estoy tan cerca del parto, y no ponerme a gritar como cualquiera en mi situación hubiera hecho. Solamente rogué a Dios estar soñando. Pero esta mañana al despertar ¡Ay!, corroboré mis sospechas. ¡Usted lo vio con sus propios ojos, Nona! Pisadas enormes de hombre, seguro de hombre, en la entrada, bajo la ventana, por todos lados. Y la botella de champagne vacía tirada sobre la mesa. Vaya Dios a saber que ocurrió...Que desfachatez, que falta de...-.
- ¿Viste si Laurita dormía? – Cortó en seco la anciana.
- Mire Ida, como usted sabe, después de este escándalo yo no puedo poner las manos en el fuego por nadie, pero aunque la pieza estaba a oscuras, pese a que yo había pedido expresamente que me dejaran una luz prendida, intuyo que...Pero, figúrese usted , en mi estado, con lo delicada que estoy. ¿Y si me tropiezo en la oscuridad? Pero no, no quisieron dejarme una luz prendida, claro, total, la que esta por parir soy yo, no ellas, porque...- Enésima mirada de reproche, y Milagros retomó-. Bueno, es decir, le decía que no, en ningún momento me pareció que Laura se levantara, al menos no la escuché. Si creo que, temprano, al poco tiempo de haberme acostado, sentí el quejido de la bebita. Pero como le decía, después de la angustia que me han hecho pasar, yo...
- Momento, hijita, momento. Mantente, tranquila. ¿Fumas?
- Ya quisiera yo, Nona. Pero ni eso puedo. Antes, si, pero con el embarazo...Con lo bien que me vendría un cigarrillo para calmar esta ansiedad que tengo, mire. ¡Si yo no tendría que haber venido! Ayer mismo les decía a las chicas, que si subí fue solo por no quedarme sola en casa...Por que mi marido insistió; no sabe como insistió con esto de la nieve. Día y noche, dale con esquiar, dale con Penitentes. Por no quedarnos, subimos. Igual, para lo que tengo que hacer acá. Sentarme. Sentarme sola y mirar como las demás se divierten, eso sí, por que todas se van a hacer sus cosas, ¿y yo? Que hay de...
- Anda Mili, y por favor, dile a Gisela que venga -. Se apresuró a terminar con el torrente de quejas la Nona. Aunque se arrepintió de golpe, he hizo una última pregunta, distraídamente, como al pasar.
- ¿Qué comieron de postre?
-¿Cómo? ¿Postre?-. Se aturdió Milagros-. Mire con todo esto que me han hecho sufrir, con la impresión que me he llevado, no sabría decirle...Eh...Creo que las chicas comieron frutas, no lo sé. A mi las frutas no me gustan, en realidad, si me gustan, pero me producen gases, o más bien, me hacen doler la cabeza. Si, eso, terribles jaquecas. Es por el embarazo tan complicado, tenga en cuenta que mi departamento tiene una ventana que da a.....
- Milagros, avisa a Gisela -. Sonó lacónica la voz de la Señora.
Proximamente, capítulo tres: Curiosas declaraciones
4 comentarios:
Jajajaj Este chico nos conoce demasiado, da miedo, si parece que escuchara a la Mili.La descripcion de la nona impagable!!! Este culebron me tiene enganchada!!! dejen de mirar gran hermano o esos programas malos que ven y leanlo al Sr. Extramuros!!!!!!!!!
E X C E L E N T E
Inigualable, insuperable y todos los in que se te ocurran.
Lo que si, me entro un miedito de leer la descripción del personaje que lleva mi nombre, me tengo q asustar?
La imagen correspondiente a este capítulo esta en proceso de formacion
Tengo la respuesta a uno de los enigmas.
Guer, The Last Boy Scout
jajajaj copadooo quiero ya el que le sigue
Publicar un comentario