Como se ha hablado tanto del tema, se hace difícil expresar algo al respecto sin caer en plagios o aburrir a la gente con temas trillados o conceptos ultra desarrollados. Una prestigiosa autora de este estimado blog ya comentó algo sumamente atinado sobre las fiestas “traídas del viejo mundo” – ver Mendolandia 3, Muchas Felicidades-, que no se adecuan en absoluto ni al clima sudamericano, ni mucho menos a la idiosincrasia del sudaca: partuzero, bananero, vago y sudoroso por gusto y convicción. También se habló de la indumentaria de Santa, traída del norte por algún creativo de “The Coca Cola Company”. Un viejito Pascuero este, que me hace desconfiar, con esa lúgubre y ambigua cordialidad, gruesito, de rubicundos cachetes rosados, barbudo, armado con gorro y guantes y enfundado hasta el cuello en un traje de piel coloreado con algún producto de ascendencia nórdica. ¿Cómo fiarse de un gordo que esconde su rostro detrás de una nutrida barba anónima, que vive en algún ignoto paraje helado, tiranizando a una no menos tétrica horda de duendes proletarios y que entra a cualquier casa sin ser visto ni oído con total impunidad?. Indudablemente, esa clase de personajes taciturnos y misteriosos no nos van. Para ser sinceros, el Papá Noel sudamericano tendría que ser un morochón rebosante de latino sex appeal, vestido con musculosa blanca, pantalones de lino y zapatos acharolados claros, que meciera su azabache cabellera grasienta y empapada de gel al son de ritmos tropicales y se deslizara en la casas pidiendo permiso y contorneándose como Chayanne. Pero la realidad, es que si bien este Papá Noel resultaría perfecto para casi toda Latinoamérica – agregándole una sunga y una pelota de fútbol al Santa carioca -, no sería para nada coherente con la mentalidad argentina.
Nuestro Papá Noel, seguramente debería ser mucho más sutil, y refinado – en lo personal, yo le agregaría un lindo bigote, sin barba-; quizá una mezcla entre el oscuramente simpático gordito existente y el latinazo antes descrito. Es decir, el lógico producto del revoltijo de razas, culturas e influencias venidas de ultramar primero y del norte luego, que nos fueron trayendo progresivamente colonos, contrabandistas, presidentes, viajeros, comerciantes, y directores de Hollywood, y que se fueron consolidando hasta llegar a tomar cuerpo en una personalidad propia y sumamente compleja. Nuestro Papá Noel, que bien podría llamarse Pepe Fernández, o Juan Regalo, debería ser un tipo de contextura física más bien flaca, adornada con una linda pancita que asome por lo bajo, concebida a fuerza de asados y totín, muy bien vestido, con indumentaria del estilo del Santa Claus original, aunque de color celeste y un poco gastada por la costumbre de no cambiarla y de usarla no solo en navidad, sino también en otras fiestas a fin de agrandarse por su cargo frente a los muchachos y presumirle a las chicas. Por supuesto que no viajaría en trineo, sino en un Torino reluciente con motor afinado y ronroneante para que lo admiren los fierreros mientras el les entrega los regalos. Por que claro, nuestro Papá Noel – o Juan Regalo -, jamás podría mantener el perfil bajo de su homónimo de la OTAN, y se detendría en cada casa a alardear, charlar un poco y evidentemente, conseguir alguna copita gratis de shampú, vinacho, fernet o sidra, según el barrio por el que ande. Esta costumbre, inevitablemente traería aparejada la lentitud para el reparto de los regalos, lo que llevaría en un primer momento a varios piquetes y cortes de calles, perpetrados por aquellos a los que su regalo aún no les llegó el 27 de diciembre y también por los que solo disfrutan de los piquetes o simplemente, les pagan por hacerlos. Pero siempre dinámicos, solucionaríamos el problema contratando una banda de asesores para que ayuden a Juan Regalo a hacer su ronda, asistentes estos que proporcionaría el Estado y que pasarían a formar parte de la “Comisión para los regalos de navidad”, junto con los miles de duendes borrachos y resentidos que fabrican los regalos y que ya me imagino quejándose del bajo presupuesto y de la falta de condiciones dignas y ropa de trabajo. Y ni hablar de las horas extras y trabajo nocturno, lo que costaría a la Comisión millones, salvo que se privatice, aunque de hacer eso, nuevamente las calles se verían cortadas por miles de esos zurdos en boga, protestando por la terrible ignominia de los vende patrias.
Pero no era mi intención ponerme a despotricar contra un Juan Regalo y sus ayudantes, que de solo imaginarlos me resultan simpáticos, de modo que me dejo de divagar y concluyo con el motivo de este mensaje: ¡Feliz Navidad a todos y saludos a tu papá Merce!
7 comentarios:
Extramuros: ¡se ofrece contrato para que escriba en un BLOG rival!
Abrazo trasmontano y para las chicas muchos besos.
Que maravilla...y si hacemos una propaganda de Quilmes, de esas que son pegajosas con un Juan Regalo...sería un gitaso, no?
Abrazo Trasmontano!!! Que se cta por esos pagos? La queremos mucho, sabe????
Me bajo el sombrero(y solo el sombrero) ante tan extraordinario relato!! Ya no nos animaremos a publicar nuevamente, este blog gracias a Ud. tiene nivel!!!!! jajaj sin animo de ofender "muchachas", jaja.Eso si mientras leia, solo me imaginaba que si Juan Regalo pasara por nuestras casas pondriamos alarmas y observaríamos bien que deje los regalos y no se lleve ningun "regalito".Soy un poco paranoica lo siento, ajajja
Sobre el contrato que ofrecen, acepto agradecido y humildemente, pero les aviso que mi cachet es de un sanguche de milanga cada 400 palabras y un fernet con coca (para preparar, servido en el Toque o simil) cuando exceden de las 1000.
¿¿¿Camisa celeste y bigote??? mmhhh... Me parece que con ese aspecto, Juan Regalo estaría mas para el Ford Falcon verde, que para el Torino que mencionás.
La verdad que mientras más lo leo, más me gusta. Que buen papá noel . Aguante Juan Regalo todavía!
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