Moría por fumar, su salud no le preocupaba, sabía que sus pulmones eran demasiado poderosos como para que la nicotina pudiera hacer mella en ellos y, si en ese preciso momento no prendía un cigarrillo, era en parte para mantener su imagen de sujeto recto y saludable, y sobre todo en un intento por mostrarse lo más tranquilo posible. Pero, cigarrillo o no, las arrugas que surcaban su frente de acero eran signo indiscutido de la preocupación que lo embargaba. No le inquietaba tanto su persona, se sabía inmensamente poderoso, sin embargo, no podía decir lo mismo de algunos de sus aliados. Tampoco temía el enfrentamiento físico, eso nunca le había preocupado, ni siquiera aquella vez que debió batirse solo contra tres seres tan fuertes como él, pero temblaba de pensar en la discusión que se avecinaba: Bruno era un hombre terriblemente testarudo y, todo hay que decirlo, sobradamente más astuto que él. Sabía que Bruno iba a rebatir todos sus argumentos fácilmente, dejándolo, como muchas otras veces, sin palabras; no por nada era considerado uno de los miembros más inteligentes de la Liga. De hecho, había sido Bruno, (en honor a la verdad, no ya Bruno Diaz, sino su alter ego, Batman), quién planteó el desafío. Y ahora él, Clark Kent – o Superman, según tuviera o no puestos sus lentes -, en su carácter de líder de la Liga de la Justicia, sería el responsable de elegir los cuatro representantes que el Palacio de la Justicia enviaría al torneo del próximo domingo. Y, claro, dentro de los posibles elegidos, Batman no era una opción. Clark se devanaba los sesos pensando en la forma en que le diría a su par que, aunque hubiera sido él, Batman, quién orquestó todo aquel maldito asunto del “Desafío Interheroes” no estaba a la altura de las circunstancias y no lo contaría entre los seleccionados. Pero… ¡Cómo se podía ser tan testarudo! Bruno tendría que darse cuenta solo, el no era más que un humano, muñido con tecnología de punta, experto en lucha cuerpo a cuerpo y dueño de una mente brillante, si, pero sin ningún superpoder. Por supuesto que era más que capaz de enfrentarse contra el artero Pingüino, que podía vencer sin ayuda al terrible Guasón, pero aquellos supervillanos lo único que tenían de “super”, era el nombre, siendo, tal como Bruno, personas sobresalientes, pero sin poderes. Y los contrincantes que los esperaban, los miembros de las otras Ligas de Superhéroes, eran sujetos excepcionales, extremadamente poderosos. Sin ir más lejos, internamente Clark se sabía el único de la Liga de la Justicia capaz de enfrentarse a la mayoría de sus adversarios. ¿Cómo no se hacía cargo Batman de que Goku era capaz de destruir planetas enteros sin siquiera transpirar? ¿Acaso no comprendía Bruno que Titania podía matar a un ser humano en segundos, con sólo tocarlo, y eso en el mejor de los casos, si no decidía golpearlo con su superfuerza? El café que se derramaba, manchando su inmaculada camisa blanca, hizo que Clark se diera cuenta de que, otra vez, había apretado demasiado fuerte su taza, haciéndola pedazos. Levantó rápidamente su vista, temeroso de que alguien lo hubiera visto, pero la editorial del diario seguía su veloz rutina, siempre caótica, voraz de vender información a los habitantes de Metrópolis. El alivio de no haber sido visto haciendo gala de su fuerza superior fue angustiosamente efímero, y Kent se derrumbó en su silla, mientras pensaba qué excusa le daría esa tarde a Bruno Diaz.
El portazo fue tan violento que no sólo se hizo trisas la puerta, sino también gran parte de la pared. Reed Richards se removió los trozos de cielo raso que se adherían a su cabello emulando las canas de sus sienes, antes de soltar una tan larga como académica maldición. Luego, alargando su cuello varios metros, hasta pasar su cabeza por el agujero que había quedado luego de la destrucción de la puerta, se asomó gritando:
- ¡Ben, eres un terrible idiota y un inmaduro!
En realidad, no sentía aquello que acababa de decir, en alguna parte su amigo tenía razón. Y aunque no la hubiera tenido, no soportaba ver que la vida se empeñara en poner a Benjamín en situaciones injustas y desagradables. Y al mismo tiempo, parecía que era él, Reed, el Señor Fantástico, quién siempre debía dar la cara por las injusticias que la vida tenía para con su mejor amigo. Cuando le encomendaron ser quién eligiera al equipo que participaría en el desafío Interheroes, se sintió orgulloso, entendiendo el pedido como un nuevo reconocimiento de su extraordinario sentido común – claro que jamás supo que el Profesor Xavier, quién había sido designado primero, desestimó el cargo por encontrarse ocupado redactando un proyecto a favor de la inserción de los mutantes en los padrones electorales-. Pero luego, mientras estudiaba las condiciones que regulaban la elección y se mareaba repasando los poderes de los cientos de posibles héroes que podían integrar el magro conjunto de cuatro, sintió el verdadero peso de su responsabilidad. ¿Qué más hubiera querido él que integrar el grupo con su propio clan? Los cuatro fantásticos formaban un estupendo equipo y el tenía fe ciega en que podrían vencer a quién se les pusiera enfrente, pero las reglas eran terminantes: sólo uno de ellos, y únicamente en el caso de que alguno de los 4 fantásticos revistiera la idoneidad suficiente, podía integrar el equipo que la Marvel llevaría al desafío Interheroes. Y si Reed creyó que el más idóneo del grupo era él, fue exclusivamente para no exponer a los demás a riesgos innecesarios. ¿Vanidad? ¿Sed de gloria? Bah, esas eran patrañas de Ben… ¿O no lo eran? No, lo que pasaba era que La Mole se sentía agraviado porque él, el Señor Fantástico, había elegido a Hulk para integrar el equipo. Tuvo que reconocer que tanto los poderes de su amigo como los de Banner eran similares, con la diferencia de que Benjamín, La Mole, era sumamente menos inestable. Pero las reglas eran las reglas y, por otro lado, estaba aquel otro requisito, el de la fama o representatividad. Cada facción debía elegir a sus héroes más conocidos. De ahí que Reed haya tenido que descartar a muchos personajes muy poderosos para incluir a Peter Parker, el Hombre Araña. Era indiscutible la fama de ese personaje de traje colorinche y malos chistes, aunque Richards tenía la convicción de que esta popularidad se debía más al encarnizamiento que el diario Bugle tenía contra el Hombre Araña, que a propio mérito. Buena o mala, la propaganda siempre es propaganda, solía decir el Señor fantástico. Y, después de tantos destrozos y enfrentamientos contra el ejército, el monstruo verde también gozaba de popularidad. Al cuarto miembro del equipo lo eligió presionado por su mayor debilidad: su mujer, la Señora Fantástica. Susan había insistido en que al menos una dama debía integrar el grupo, de modo que Reed optó por llamar a Titania, una de los esbirros de Charles Xavier. Titania era una mutante, nacida sin un don del todo llamativo, hasta que el azar la transformó en un ser poderosísimo, cuando, casi sin quererlo, absorbió perennemente los fabulosos poderes de Carol Danvers – Miss Marvel -, convirtiéndose así en un ser verdaderamente extraordinario, el único del grupo elegido por Reed que podía volar indefinidamente.
Terminada la elección, cosa que le llevó a Richards tan sólo quince días, decidió salir de su diezmada oficina, para, antes de reunir y planear una estrategia con su equipo, intentar calmar los resentimientos de su propio grupo familiar. Sinceramente, este asunto le preocupaba más que el desafío Interheroes.
El terrible dolor que sentía en todo su cuerpo le producía una sensación extremadamente grata, un placer viseral, mucho más intenso que el sexual. Ya podía paladear el sabor dulzón de su sangre, que, manando desde su nariz, resbalaba hasta alcanzar sus labios resecos por el esfuerzo; y, a pesar de estar tan agotado, no era capaz de reprimir una sonrisa. El dolor, el agotamiento y la sangre, eran indicadores de que el entrenamiento que realizaba era duro y rendidor. Continuó practicando técnicas y golpeando las colosales rocas que él mismo hacía volar hacía su persona a velocidades supersónicas, hasta que estuvo a punto de desfallecer y, sólo entonces, se dio un respiro para comer algo. Antes sentarse a devorar las cantidades industriales de arroz y pescado que su mujer, Milk le había preparado, Goku se quitó las pesas de 50 toneladas que se adherían a sus brazos y piernas y, por temor a las represalias de Milk, se aseó manos y rostro poniendo especial dedicación en disimular lo mejor posible la sangre y las heridas. En ese momento, su hijo mayor, Gohan, llegaba portando el dictamen que Goku esperaba. Se trataba de un papelito minúsculo, que el joven levantaba triunfante sobre su cabeza mientras aterrizaba a centímetros de la mesa, pero Goku no lo leyó, ¿para qué esforzarse en asuntos que no le interesaban? El sería con seguridad uno de los elegidos y, además, leer era uno de esos asuntos mundanos que tanto le disgustaban – todavía recordaba con amargura su fracaso cuando fue obligado a intentar conseguir la licencia de conducir -. Mejor que se lo leyera su hijo, el flamante universitario.
- Hola Gohan – dijo, sin importarle que su interlocutor pudiera apreciar en toda su gloria el arroz y pescado que masticaba - ¿Conoces la respuesta de Píccoro?
- Así es – respondió sonriente el fornido muchacho -. El Señor Piccoro ha decidido que pelearemos nosotros dos, Vegeta y él mismo. Esos son los cuatro elegidos.
- Excelentes noticias hijo. No puedo esperar esa pelea. He oído que lucharemos contra sujetos muy poderosos. Me pregunto si serán realmente fuertes… Espero que no nos desilusionemos esta vez-. Gohan asentía sonriente, al tiempo que esquivaba con increíble agilidad los pegajosos granos de arroz que salían despedidos de la boca de su padre, que no daba muestras de respirar mientras tragaba y hablaba.
- Tengo fe que serán los oponentes indicados para probar el resultado de nuestro entrenamiento- agregó el muchacho.
- ¿Cómo dices? – el alarido de la mujer que, vestida con ropa típica de oriente, salía de la cocina portando varios pares de platos repletos de alimento, desgarró el aire, erizando aún más, si esto fuera posible, el pelo de los dos hombres. -¿Cómo que tu vas a pelear? No, no, no, Gohan, eso es imposible, tu tienes que dedicar tu tiempo a la universidad, no te permitiré que sigas con estas luchas sin sentido y arruines tu futuro, como hizo tu padre.- al oír el reproche, Goku sonrió y se llevó una mano a la nuca sin sentir ningún tipo de remordimiento. Después de todo, no se consideraba un fracasado. Su familia no vivía tan mal, tenían muy buen pasar y sus hijos, sin bien habían estado cerca de la muerte en algunas oportunidades, crecían sanos y felices. Por su parte, él había vencido a sujetos extremadamente fuertes, tenía grandes amigos en este y en el otro mundo y era considerado un guerrero extremadamente poderoso inclusive por el Supremo Kaiosama… además ¿para que estudiar o trabajar cuando se tenía un suegro inmensamente rico? La mujer, ignorándolo, continuó su discurso:
- Deja que peleen ellos, hijo. ¿Y Trunks? El también tiene sangre Saiyajin, es casi tan poderoso como su papá, Vegeta. ¿Por qué no pelea él? O el vago de Yamcha, que no hace más que buscar riñas en la Ciudad…
- Pero mamá, Yamcha es muy poderoso, pero tu sabes que su nivel de pelea no puede compararse con el nuestro- protestó el muchacho-. Además, si el Señor Piccoro decidió que los que debemos pelear somos nosotros, no me parece educado negarme. Trunks se molestó, lógicamente, pero entendió perfectamente que después del entrenamiento que me dio el Supremo Kaiosama de hace 15 generaciones, mi nivel es superior al suyo. El está conforme con entrenar con Vegeta durante estos días. Luego, puede venir con Goten a ver la pelea…
- ¿Goten? Eso ni se te ocurra, tu hermano se queda acá, donde yo pueda verlo ¿Donde está Piccoro? Voy a tener unas palabras con ese sujeto, me va a escuchar, claro que me va a escuchar ¡Mandar a mi Gohan a pelear con unos desconocidos!, ¿Goku, por qué no le explicas a tu hijo lo importante que es terminar la unive…? – La furibunda mujer debió cortar su frase a la mitad, su marido había desaparecido, teletransportándose, seguramente para proseguir su entrenamiento en algún lejano planeta, uno con terrible fuerza de gravedad y donde pudiera expulsar todo su Ki sin temor a causar graves cataclismos.
5 comentarios:
administradoras/es porfi, eliminen ese coment, o es spam o virósico, puaj
Eliminado!
El cuento lo comento en otro momento porque no termine de leer esta entrega...
Besos
mmm q paso con los comentarios supreimidos??????
Gracias Luis por traernos esos personajes de regreso, de algunos en cambio no había sentido hablar, pero no te preocupes estoy en Winkipedia aprendiendo de esos personajillos japoneses para estar a la altura de la circunstancia. No te vamos a dejar sólo!!!!!!!!
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